Los vikingos llegaron a la península y especialmente a Galicia, que fue la región que sufrió más intensamente a los hombres del norte en cuatro oleadas sucesivas entre los siglos IX y X, en un período de unos cien años y el norte de Portugal, en Tuy y Ourense. En un principio, los vikingos sólo hacían pequeñas incursiones de saqueo debido a la gran beligerancia de los gallegos que no permitían asentamientos permanentes en su territorio. Más tarde, la creciente influencia del cristianismo y el comercio con Galicia fortaleció por la llegada de peregrinos nórdicos como se relata en la novela.
La tercera oleada vikinga es la más próxima en el tiempo con Destierro a la deriva ya que tuvo lugar entre los años 966-971 por vikingos procedentes de Dinamarca comandados por un tal Gunndraed y que llegaron atraídos por la fama del apóstol y por sus riquezas con la idea de robar sus restos. Entraron por la ría de Arousa y fueron frenados por el obispo Sisnando que pereció en la contienda asaeteado por el propio Gunndraed que lugo se dirigió hacia Lugo y O Cebreriro atacando el mosteirio de San Martiño de Mondoñedo tras lo cual intentaron tomar Santiago pero fueron detenidos por el conde Gonzalo Sánchez cerca de las torres del Oeste en la ría de Padrón.
Después llegaría la cuarta oleada de ataques, entre los años 1008 y 1014, con el saqueo de Tui y las incursiones por el Miño, posiblemente dirigidos por Olaf Haraldson, que en 1018 llegaría a ser rey de Noruega y santo.