Vinyl


Mucha farlopa, buena música y alguna que otra travesurilla más incluyendo un asesinato así es esta serie  cuyo único defecto sea que te deja con ganas de más. Apoteósico el primer capítulo de dos horas dirigido por Scorsese con la actuación de los New York Dolls, en la que el protagonista tiene una especie de epifanía al escucharlos y comprende que si quiere sobrevivir en el negocio discográfico tiene que adaptarse al cambio que se estaba produciendo; en el resto de capítulos aparecen bandas poco conocidas como Led Zeppelin, un tal Alice Cooper, Iggy Pop, Lou Reed e incluso el gran David Bowie al que se le rinde homenaje, con la aparición de Andy Warhol todo mientras el protagonista de la serie, el ficticio dueño de una discográfica arruinada, Richie Finestra, con buen oído pero con una exagerada afición al polvito blanco lo llevará a una serie de situaciones límite. El hijo de Mick Jagger hace un buen papel interpretando al cantante de una banda punk que ficha el bueno de Richie para relanzar su discográfica. El tempo de la serie puede resultar muy variable, como si fuera una montaña rusa pero en general engancha y no decepciona uno de los mejores momentos es cuando Richie se va a ver Operación Dragón puesto hasta el ojete y se pone a imitar los movimientos de kárate de Bruce Lee todo loco.

Muy recomendable

Citas (XVI)


– Miguel de Unamuno:“Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia”.

“Quiero hacer algunos comentarios al discurso -por llamarlo de algún modo- del profesor Maldonado, que se encuentra entre nosotros. Voy a ser breve. La verdad es más verdad cuando se manifiesta desnuda, libre de adornos y palabrería.  Dejemos aparte el insulto personal que supone la repentina explosión de ofensas contra vascos y catalanes”.

“Yo nací en Bilbao, en medio de los bombardeos de la segunda guerra carlista. Más adelante me casé con esta ciudad de Salamanca, tan querida, pero sin olvidar jamás mi ciudad natal. Y aquí está el señor obispo, catalán, para enseñaros la doctrina cristiana que no queréis conocer, y yo, que soy vasco, llevo toda mi vida enseñandoos la lengua española, que no sabéis”.

– Millán-Astray: “¿Puedo hablar? ¿Puedo hablar?“.

“¡Sí! ¡Cataluña y el País Vasco, el País Vasco y Cataluña, son dos cánceres en el cuerpo de la nación! ¡El fascismo, remedio de España, viene a exterminarlos, cortando en la carne viva y sana como un frío bisturí!, ¡Viva España!”.

“¡Viva la muerte!“.

– Miguel de Unamuno: “Acabo de oír el grito necrófilo e insensato de “¡Viva la muerte!”.  Esto me suena lo mismo que “¡Muera la vida!”. Y yo, que me he pasado toda la vida creando paradojas que provocaron el enojo de quienes no las comprendieron, he de deciros, con autoridad en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. Puesto que fue proclamada en homenaje al último orador, entiendo que fue dirigida a él, si bien de una forma excesiva y tortuosa, como testimonio de que él mismo es un símbolo de la muerte”.

“Y otra cosa:  El general Millán-Astray es un inválido. No es preciso decirlo en un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero los extremos no sirven como norma. Desgraciadamente hay hoy en día demasiados inválidos. Y pronto habrá más si Dios no nos ayuda”.

“Me duele pensar que el general Millán-Astray pueda dictar las normas de psicología de las masas. Un inválido que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, que era un hombre, no un superhombre, viril y completo a pesar de sus mutilaciones, un inválido como dije, que carezca de esa superioridad del espíritu, suele sentirse aliviado viendo como aumenta el número de mutilados alrededor de él”.

– Millán-Astray: “¡Muera la inteligencia!“

– José María Pemán: “¡No! ¡Viva la inteligencia! ¡Mueran los malos intelectuales!“

– Miguel de Unamuno: que se había ido exaltando por momentos, replica de nuevo: “¡Este es el templo de la inteligencia, y yo soy su supremo sacerdote! Vosotros estáis profanando su sagrado recinto. Yo siempre he sido, diga lo que diga el proverbio, un profeta en mi propio país. Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil pediros que penséis en España. He dicho”.