
Imagina que ahúnas la adorable combinación de falta de medios y talento de Ed Wood con el estilo visualmente espectacular pero absurdamente desaprovechado de Roland Emmerich y ni tan siquiera te harás una idea de lo que supone el visionado de esta película. Es la Bruma una de las peores películas que haya visto en vida, por no decir la peor, desbancando al fin a «Druídas » de Christoph Lambert. Yo diría que sí pero esta afirmación debe ir acompñada de una argumentación medianamente razonada así que en las siguientes líneas voy a tratar de exponer porqué «La bruma» es levemente desilusionante desilusionante. mala de cojones.
El argumento de por sí es bastante peregrino dentro del género post-apocalíptico, algún desastre natural, se supone que un terremoto o erupción volcánica, libera un gas mortífero que asfixia a la mayor parte de la población, en este caso de París, que no tiene la suerte de vivr en las azoteas o zonas altas de los edificios, hasta aquí vamos bien, luego ya se nos presentan los personajes, Mathieu (Roman Duris), un padre de familia que parece dedicarse a algo que le da pasta, vuelve a París después de un viaje de negocios ansiso por ver a su mujer, Olga Kurylenko, física y ama de casa, y a su hija, una niña burbuja muy mona que salvo por el hecho de vivir en una burbuja lo hace fetén de puta madre porque sus padres son unos snobs pijos de mierda.
Todos viven felices hasta que la naturalez se tira un pedo de los de fabada y vino peleón y se ven en la tesitura de huír al piso superior de unos vecino ancianos que dormitaban en el salón mientras veían la telenovela dejando a su hija metida en la burbuja con el handicap de tener que volver cada poco tiempo a cambiarle la batería al invento para que la niña no la palme. Total que el padre discurre un maquiavélico plan para mangarle una bombona de oxígeno a un vecino octogenario, salir a la calle y buscar más baterías para la niña volviendo no sólo con las mismas sino también con varios equipos de respiración autónoma que utilizan casi de risas y que duran horas y horas a pesar de llevarlos siempre puestos e incluso correr, a partir de ahí todo desemboca en una vorágine de histriónicos momentos embarazosos que cantan al amor adolescente y al sacrificio por los seres queridos hacia un final que sorprende por lo absurdo que parece.
Las interpretaciones de Romain Duris, que lleva el peso de casi toda la película así como de Olga Kurylenko y el resto del elenco es lo único que se salva ya que los efectos especiales a pesar de ser aceptables resultan bastante criticables cutres.
Para divertiros podéis apostar con alguien a que no es capaz de ver la película sin hacer descansos y seguro que ganaréis. Recomendable si te conformas con poco o si estás deseando ir a ver la última de Fast &Furious.