Stockholm. 2013. Opinión subjetiva

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Hay una escena que suele pasar desaperciba pero que resulta de suma importancia para el devenir del argumento en la obra maestra de Coppola Apocalypse Now en la que el Capitán Willard y el Chef salen de la patrullera tras escapar atacados por un enorme tigre que los acechaba en la espesura. Los dos logran escapar ilesos pero cuando vuelven a la patrullera el chef grita histérico que no hay que salir de la lancha y el capitán Willard concluye No hay que salir nunca de la lancha a no ser que estés dispuesto a llegar hasta el final. Todo esto no es más que una metáfora en la que la patrullera es la seguridad o todo aquello que nos hace sentirnos protegidos; la selva es el mundo que nos rodea y el tigre es la realidad ese aterrador instante en el que somos conscientes de nuestra vulnerabilidad, de nuestra mortalidad ese «memento mori» que recitaban los poetas.
Esta película me recuerda esa escena, sólo que con diferentes protagonistas y escenario. Una argumento a priori simplón en el que un chico conoce a una chica en una fiesta e intenta «cortejarla» hasta que consigue pese a las reticencias de ésta llevarla a su casa como se supone que habría hecho en numerosas ocasiones bajo la vulgar premisa:» antes de meter todo prometer, después de metido nada de lo prometido».

Tras pasar la noche juntos y como ya se sabe de noche todos los gatos son pardos. El personaje de la chica, interpretada de una forma dolorosamente brillante por Aura Garrido, que prácticamete sin cambiar el rictus transmite un sinfín de sensaciones y estados de forma que en ocasiones parece de una fragilidad tal que que podría romperse ante el más leve contacto se revela como un ser complejo que confunde al personaje de Javier Pereira y al público pero que deja entrever si se es lo suficientemente perspicaz sus circunstancias reales; y en esta segunda parte de la película, a la luz de ese día tras la noche con Venus, en el que la fotografía refleja la blancura del piso del chico cegando al espectador en la que los dos protagonistas se topan con el tigre, y mientras que el personaje del chico intenta ignorarlo, incluso con violencia, la chica nos revela cierta indiferencia por haberse topado ya muchas veces con él, desilusionada al comprobar que haga lo que haga no puede escapar de sus garras y en una última mirada a cámara como si se tratara del cuadro de las meninas parece decirnos de forma aterradoramente silenciosa: «yo soy la realidad».
Película muy interesante y recomendable.

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