Ay que te pillo


Querida Mina:
Ya me olía yo la tostada de que ser escritor fantasma en Transilvania no iba a ser mejor que serlo en el sótano de Stifen kin junto a otros doce simios autistas con sobrepeso. Al llegar a la parada del bus me recogió un taxista que estaba escuchando a Fedeguico Joméniz los Góllums y que levaba un cartel en la guantera que rezaba: «prohibido comer y peinarse» pero cuando me di cuenta ya era demasiado tarde, me pasé el viaje discutiendo con él sobre si Ortega Cano era o no nihilista hegeliano y al llegar al castillo del conde, que era sorprendentemente parecido al taxista, me recibió con una cena vegana del Mercadona para a continuación explicarme sus intenciones de autopublicar en Amazon una neo novela experimental no lineal en lenguaje inclusivo o tal vez austrohúngaro sobre unos vampiros que padecían bruxismo nocturno, así como insistir en su idea de que, efectivamente, Ortega Cano ERA nihilista hegeliano.


Mina, mi existencia desde que llegué al castillo es un infierno. No hay internet y el wifi funciona a veces. El conde me obliga a escribir sin permitirme escuchar mi canción favorita: «Madre, soy cristiano homosexual» (sabes que eso es lo que me ayuda a inspirarme) y también me tortura obligándome a sentarme con él para ver la serie de los anillos de poder y la casa del dragón. Después debo comentar cada episodio en un Film de cinema si no intenta convencerme para jugar conmigo al «Ay que te pillo» con erótico resultado.

Ayer el conde me recomendó encarecidamente que no saliera de mis aposentos entre la puesta y la salida del sol puesto que no tenía tarifa plana de luz y podría hostiarme con algún mueble por estar todo a oscuras y tras desobederlo lo sorprendí abusando a la luz de la luna de unos niños cíngaros en unos arbustos que hay bajo mi ventana aunque luego él me explicó turbado que no eran niños, si no enanos mayores de edad y que sólo estaban jugando al «Ay que te pillo» con erótico resultado.

El impostor me ataca y como escritor fantasma entiendo que llamar a las puertas del recuerdo se ha convertido para mí en algo doloroso. Hecho de menos el sótano de Stifen King.

Te quiere, tu Jonathan.

Post Scriptum: Acabo de orinarme en los pantalones y nadie puede ya evitarlo.