«No, la grandeza no nació para morir sino para ser perenne»
Canto al amor
«Frente a los demás es posible procurarse seguridad, pero en lo tocante a la muerte todos los seres humanos habitamos una ciudad indefensa»
Epicuro
El género de ficción histórica resulta muy interesante para fabular sobre hechos que ocurrieron realmente pero que la niebla de la propia historia se encargó de cubrir con su manto. Muertes famosas y truculentas como las del Papa Paulo II, el presidente Kennedy o la del rey Sancho II de Castilla, caso que nos ocupa, son un caldo de cultivo perfecto para que una pluma talentosa desarrolle una trama que instruya a la vez que entretenga.
El Aviso:
La autora empieza fuerte con un aviso a navegantes que me permito transcribir literalmente en el que previene al osado lector sobre el contenido con que se va a topar en la historia:
«En este libro se reproduce una asesinato a sangre fría, pues la trama se desarrolla con el trasfondo de una guerra. Además contiene sexo explícito. La autora no se responsabiliza de posibles sofocos que puedan producirse si continúas leyendo»
Tras esto, cualquier persona cabal estaría prevenida contra ese “sexo explícito” así como esos “sofocos” (yo me atrevería a añadir también poluciones) que va a sufrir casi como si de porno duro japonés se tratase lo que le hace lanzarse de cabeza a la lectura movido por la curiosidad.
Sinopsis más o menos acertada:
En el año de gracia de mil setenta y dos Alfonso VI de León esta exiliado y su hermano Sancho II de Castilla se corona rey de León ansiando unificar todos los reinos que pertenecieron a su padre y abuelo. Sólo su hermana Doña Urraca de Zamora se interpone entre él y la gloria en una historia de muerte, amor prohibido, griñones, almenas, tahalíes, traición, conspiración, sofocos, (puede que poluciones) y por supuesto erótico resultado.

Contexto histórico:
La autora continúa la estructura de la novelette presentándonos el contexto histórico de la misma puesto que ese sapere aude o “cuñadismo” de la mayoría de nosotros, pese a abarcar grandes áreas del conocimiento que nos permiten divagar de todo sin saber realmente de nada desde la Batalla de la Termópilas hasta porqué moja el agua con cierta solvencia, nos ofrece la oportunidad de refrescar esos conocimientos que sin duda todos teníamos ya pero no sacábamos a colación para no hacer quedar mal a nuestros interlocutores.
El caso es que en el siglo XI andaban a hostias en un totum revolutum de tres pares y cuando aparecía un líder que podía unificar y pacificar el chiringuito como fue el caso de Sancho III de Navarra y a continuación su hijo Fernando I de Castilla la fortuna tenía a bien que se encontrasen con la parca de forma que sus posesiones las heredase su descendencia, como es de ley. Lo malo es que, al ocurrir esto, se volvía a desestabilizar el cotarro y los herederos volvían a hostiarse entre ellos para hacerse con todo el pastel.
En esas se encontraban por el año de gracia de mil setenta y dos cuando Sancho II el fuerte de Castilla se proclama rey de León tras vencer previamente a sus hermanos García, rey de Galicia, (que al parecer era un poco panoli) y Alfonso VI, emperador y rey de León (siendo éstos hijos y nietos de Sancho III y Fernando I respectivamente) quedando sus hermanas, Doña Urraca de Zamora y Doña Elvira de Toro, guardianas de prebendas, rentas y lugares fronterizos clave (a condición de que no se casaran) que el ávido Sancho II ansiaba.
Empiezan entonces los meses del sitio de Zamora, la bien cercada, después de que el rey Sancho II le dijera a su hermana Urraca: «Dáme Zamora» y esta le contestase de forma lacónica y bragada puesto que era digna hija de su padre: «No». Luego siguió una trifulca entre hermanos en la que el rey afirmó: «¡Tu puta madre!» y la señora de Zamora replicó muy ufana: «¡Tu puta madre tú!» (esto es fabulado obviamente) y así tuvo lugar el sitio de Zamora cuyo fin comenzó el cinco de octubre del año de gracia mil setenta y dos cuando, al parecer, el rey Sancho II el fuerte fue asesinado mientras hacía popó.
Así se narra en la Primera Crónica General de España R. Menéndez Pidal:
“Se antojó al rey descender a la ribera del Duero a andar por allí solazándose y llevaba en la mano un venablo pequeño dorado como solían hacer los suyos entonces y se lo entregó a Vellido Dolfos que se lo tuviese mientras el se apartaba hacer aquello que la naturaleza pide y que ningún hombre puede evitar. Y Vellido Dolfos se fue para él y cuando lo vio en postura le lanzó el venablo que le entró por la espalda y le salió por el pecho”
De estilo, personajes y estructura:
No sólo nos encontraremos en esta historia una fértil y hormigueante cornucopia de túneles, fluídos y sofocos, también está la fábula en sí. No debe ser fácil manejar en un género de este tipo unos personajes que si bien existieron realmente están condicionados al propio relato que se nos presenta por eso el trabajo de documentación debió de ser agotador porque tanto éstos, véase Doña Urraca, Vellido Dolfos, un tal Rodrigo Díaz de Vivar, Diego Ordóñez de Lara o el mimo Sancho II; como la ambientación (uso de objetos reales como el cáliz de Doña Urraca, el lenguaje, vocabulario, las expresiones o el vestuario) nos permiten, al leer, verlos con la imaginación por un agujerito como si realmente estuviéramos en el siglo XI. El amor apasionado y prohibido entre Doña Urraca y Vellido desde la proclamación de Sancho II a su muerte en el sitio de Zamora, período que ocupa la historia (de enero a octubre de mil setenta y dos) y en la que se estructura la novela aunque sepamos, como en películas del tipo Braveheart o la reciente Emily, que lo que se nos cuenta es una fabulación, un Y si... que juega con la historia oficial de forma que no podemos más que deleitarnos con ello y agradecer a su autora.
Conclusión discutible:
Una fábula lúcida y vibrante que nos permitirá expandir nuestro punto de vista sobre un episodio de la historia entre lúbricas travesuras (ríete tú de lo de Paulo II). Pese a que Canto al amor es una novela breve, su contenido nos hará disfrutar, entre sofocos, como si fuera una novela mucho más larga mostrándonos que, de alguna manera lo impuro no es amar, el pecado es renunciar a querer y dejarse languidecer viendo la vida pasar así como que la traición no es tal si se hace por amor ya sea a tu ciudad, tu gente o tu pareja. Es un canto a la libertad, a la lealtad y la esperanza. Un canto al amor que recomiendo.
Gracias María por dejarme leerte again! y como siempre te digo cada vez que te reseño…
🤭🙈 primero de todo muchísimas gracias por la reseña. Segundo: me he reído mucho con los memes, sobre todo el de Mat Damon 😅. A la vez me ha hecho pensar, ¿de verdad es tan porno japonés 🙈? Es poca la información que hay sobre los personajes, pero la poca que existe da mucho juego para novelar. Encuentro fascinante ese juego de tronos medieval que se traían, donde la ambición era el centro sobre el que giraban, ya quisieran o no. Para mí la historia de Vellido Dolfos siempre ha sido muy atrayente y poder darle vida un privilegio , que consideres que la época esté bien reflejada… No puedo estar más que agradecida y feliz de que lo veas así. Muchas gracias por tanto 🤗
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No es tan porno duro japonés, pero el mensaje de aviso sí que resulta traumático a la par que melifluo y te hace pensar en dicho género. ¡Gracias a ti por brindárnoslo!
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Andaba inspirado el caballero, mas espero que no hubiera o hubiese una velada crítica al porno duro japonés, pues los tentáculos también tiene derecho al sentir intenso, senpai. Por lo demás, toda una oda a la pasión entre calochas y jodiendas varias. Un placer el leerle, a los enanos del jardín les ha placido mogollón.
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El nivel de exigencia de dichos enanos e muy elevado y por ello estoy muy orgulloso de haberles placido.
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